Así se salvó del nacionalismo este catalán

Cristian Campos explica porqué dejó de trajarse las trolas nacionalistes.

A muchos les ocurrió lo mismo; demasiados no lo superaron, y alpistean hoy razones para vivir en las filas de los tiestheridos forcos. Lo explica este periodista catalán de Jot Down en El Español:

“A veces me pregunto cómo pude creerme las mentiras del nacionalismo en algún momento de mi adolescencia intelectual. Los ingredientes del cóctel nacionalista son conocidos (victimismo, insolidaridad, mentiras históricas, supremacismo, xenofobia) pero me conozco y ninguno de ellos tiene el menor atractivo para mí. Debió de ser otra cosa.

(…) Ni siquiera en los momentos más absurdos de mi existencia ha podido esa macedonia de ruralismo aislacionista seducirme ni por un segundo. ¡A mí, que siempre he querido vivir dentro del Manhattan de Woody Allen!

Y entonces, un día en Madrid, lo comprendí. Es el narcisismo.

Porque el nacionalismo opera por medio de la escuela, los medios de comunicación públicos y privados, el deporte, las empresas, la cultura y por supuesto la política como un gota a gota que implanta en el cerebro de sus víctimas los ingredientes del cóctel: España nos roba, 1714, nosotros somos laboriosos y humildes comerciantes, ellos el producto de siglos de rentismo extractivo, los españoles odian a los catalanes, nosotros somos gente pacífica y sofisticada, ellos una masa violenta y rudimentaria, mira a qué se han visto obligados los vascos, Francisco Franco, quieren prohibirnos nuestra lengua, nosotros somos europeos, ellos africanos, siempre hemos sido así y siempre lo seremos, el español es un idioma de pobres.

Pero todas esas toxinas no serían suficientes por sí solas sin el componente reactivo que convierte la mezcla en letal. El “y tú en cambio, pequeño catalán anónimo sin obra ni méritos conocidos, eres la p* p* por el simple hecho de haber nacido aquí”. El narcisismo. Ese que te convence de que has bateado un home run épico cuando sólo has nacido en tercera base. (…)

Si algo, en resumen, ha entendido a la perfección el nacionalismo es que, en la era de la idiotez ególatra y la codicia desaforada de atención ajena, un esclavo al que se retenga en la plantación con cadenas no tardará en rebelarse. Pero uno al que se ate con halagos no sólo no huirá sino que publicitará las bondades de su amo con un entusiasmo rayano en la fidelidad canina. (…)

Y eso es lo que comprendí un día en Madrid. Yo, tan catalán y cosmopolita, tan esclavo de la estética, tan meador de colonia, tan de diseño y tan presidente del club de fans de mi propio rabo, miré a mi alrededor y no vi a ningún Guardiola con camisa oscura de cuello mao, traje negro con zapatillas blancas y gafas de pasta amarilla sermoneando lecciones de superioridad moral (…)

Vi en cambio una ciudad dinámica, rica, abierta 24 horas, iluminada, bien vestida, comercial, moderna e intelectualmente sofisticada. Pero sobre todo indiferente. Indiferente a quién eres y de dónde vienes. Es decir una ciudad democrática. Y eso era todo lo que me habían vendido de Cataluña pero que yo sólo había visto antes en ciudades como Nueva York, Londres, Tokyo o Los Angeles, pero jamás en Barcelona.

"Cuánta razón tenía el que dijo que el nacionalismo se cura viajando. A mí, desde luego, me funcionó”.

Doncs no, Cristian, el nacionalisme no se cura viajando; viajar es sólo una oportunidad para admirar lo universal que adivinamos en lo particular. El nacionalismo se cura amando. Amando lo que uno ha recibido gratis, sin soberbia ni narcisismo; amando a quienes le dieron la vida, la lengua que le dio a conocer el mundo, los olores de su infancia, el paisaje de su adolescencia, la fe que le esponjó el alma. Ese amor normal a las cosas de los padres se llama patriotismo, y su degeneración ideológica es el nacionalismo. Porque nada se levanta con raíces ahogadas en tierra desvitalizada, o desasidas en el aire. Porque a lo universal se llega desde lo particular, y a lo grande desde lo pequeño.

Olvidar esto es lo que nos hace nacionalistas. O cosmopolitas, que es el vicio contrario.

Dolça Catalunya…

Comentarios

  1. Juan Pascual

    My pero que muy interesante haber si cunde el ejemplo y tantos y tantos jóvenes no se dejen manipular.

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