La derrota


El mundo ha entendido quién se dedica a hacer el indio y quién es un Estado con derecho a defenderse

BarcelonaActualizado:
Foto:  El presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont (c) tras su discurso ante el pleno del Parlament el pasado 10 de octubre. (EFE)

Algo me hizo pensar que esta vez podía ser distinto pero el catalanismo ha vuelto a ser derrotado en su apuesta del todo o nada contra España.

Ha perdido porque nunca ha sido mayoritario y ni siquiera en el Parlament dispone de una mayoría sólida para el salto final, como se vio el martes pasado. Tampoco ha sabido convencer a banqueros y empresarios, que huyen en desbandada: y tras la rendición de Ara ningún periódico catalán salvo Avui apoya la independencia. ¿Con qué autoridad puede el independentismo hablar en nombre del pueblo Cataluña si sus estamentos fundamentales le han explícitamente negado su apoyo? ¿Quién podría tomarles en serio sin la prensa ni los empresarios ni siquiera el 50% de los votantes? Pero sobre todo ha perdido por su mediocre articulación política: por su deriva izquierdista, populista, ajena al conocimiento de lo que es un Estado. 


La carta que Puigdemont le mandó ayer a Rajoy no es la de un presidente que quiere guiar a su pueblo hacia la libertad sino la de un listillo de provincias que pretende disfrazar su cobardía de superioridad moral: podía haber respondido la verdad -que no declaró la independencia- y ofrecer diálogo, o podía haber optado por la épica suicida de proclamar su rebeldía. Pero esos tres folios de insultos y chulerías no son creíbles ante ninguna instancia internacional y por mucho furor callejero que provoque el ingreso en prisión de las dos folclóricas de ayer -que hay que recordar que movilizaron a la turba contra las órdenes judiciales- el mundo ha entendido perfectamente quién se dedica a hacer el indio con métodos totalitarios y quién es un Estado de Derecho, con derecho a defenderse y perfectamente democrático.


No ha ganado España, que ha hecho poco y lo poco que ha hecho le ha salido mal. Ha perdido el catalanismo, que una vez más no ha medido bien sus fuerzas ni su talento y se ha presentado ante la Historia con los ripios de un pastelero de Gerona y el plus de afectación que da la repostería –demasiado dulce– de pueblo del interior. De fondo, el cursi manierismo, tan catalán y devastador de más que ganar, querer tener razón.

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