En el país de los ciegos…
O
así debe de creerlo Mariano Rajoy
cuando ha asegurado ante su grupo parlamentario, que tiene "las cosas
claras" y no hay que distraerse en los detalles. Pero ni los mercados, ni
los inversores ni los socios comunitarios muestran tanta confianza en su proyecto,
supuestamente reformista cuando Rajoy impertérrito va imponiendo recortes en
cada una de las instituciones y sigue sin plantearse las reformas radicales e imprescindibles
para que este país pueda volver a andar.
La
caída hace unos días de la bolsa por debajo del umbral psicológico de los 7.500
puntos, así como la escalada de la prima de riesgo de nuestra deuda soberana
por los 440 puntos básicos, ha desatado
una muy justificada alarma que indica que el camino elegido, por lo menos, es
insuficiente.
Los
mercados financieros nos están indicando claramente donde tenemos los
problemas. Cinco millones y medio de
personas en edad de trabajar buscando por donde sea su oportunidad de hacerlo
ya que cada vez hay menos empresas dispuestas a contratar.
Una
banca incapaz de cumplir con su objetivo que es prestar a quien quiera
arriesgarse a la que desde el gobierno hay seguir insuflando nuevos capitales,
simplemente para que consigan.
Una
administración hipertrofiada con cuatro millones de empleados públicos en cuatro
o hasta cinco niveles que duplican que
acogota al ciudadano con su burocracia y dispendios.
Una clase política excesiva con 90.000 cargos
públicos electos con sus asesores, coche oficial, guardaespaldas, choferes y
demás gaitas, que pasan los días tirándose los trastos unos a otros, sin tomar
medidas efectivas.
El
discurso que Rajoy ha pronunciado en la reunión de grupo parlamentario: lejos
de mostrarse como un convencido de la reducción del tamaño del Estado y de la
austeridad pública, la defensa que el presidente del Gobierno ha hecho de su
lucha contra el déficit parecería la de quien quiere maximizar el gasto público
a una simple declaración de intenciones, sabiendo que no puede llevarlo al extremo
de espantar a sus acreedores.
¿Y
la oposición? Rubalcaba y sus muchachos están en lo suyo… la propaganda y la
agitación. Con la carga de su reciente desastre en el Gobierno, buscando
resquicios donde meter la cuña contra el gobierno insistiendo con el mantra de las líneas rojas en
sanidad o educación y sin ninguna gana de ponerse a trabajar para que las cosas
puedan mejorar. Para ellos cuanto peor, mejor.
Naturalmente,
no vamos a negar a Rajoy que la alternativa a su acción de gobierno sería
"infinitamente peor", si esta únicamente pudiese ser la que
irresponsablemente le proponen a su izquierda. Tampoco le vamos a discutir su
autoproclamado carácter "austero" si lo comparamos con lo que se ve y
se oye en la oposición. El problema está en que, aunque el tuerto pueda ser el
rey en el país de los ciegos, tal vez su visión no sea lo suficientemente buena
para "tener
las cosas claras".
Juan García Urrea
ResponderEliminarPara ganarle la guerra a la crisis, hay que atacar otros flancos.
Juan Manuel Adarve
ResponderEliminar¿el tuerto es rey?...y además es tontito
Santiago Nuevo
ResponderEliminarAsi parece!!
Alejandra Echevarria
ResponderEliminarqUE SR. RAJOY NOS VA USTED AYUDAR, PORQUE SI NO CAEREMOS TODOS MUERTOS, Y VEREMOS COMO BAJAN LOS AVIONES Y COMO SE PILOTA