El apestado
Alex de la Iglesia que ha sido el único presidente de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas que se ha atrevido a exigir a sus afiliados un mayor respeto a las preferencias del público español reclamando una mayor calidad en las películas y que ha tenido la sensatez de escuchar a los internautas acerca de la caprichosa y peliaguda modificación legal impulsada por la ministra de cultura, no ha tenido más remedio que anunciar su dimisión irrevocable.
Con su actitud ha escenificado lo que ya sabíamos, la existencia en el mundo del cine de un rebaño pastoreado con cayado de hierro por González Sinde, que considera a una institución privada como la Academia de cine, una simple terminal cuya misión es apoyar sin fisuras el proyecto liberticida del Gobierno Zapatero. Eso si siempre regado con las generosas subvenciones que se entregan por películas que no llegan ni a estrenarse y que son negadas a aquellos que no siguen el discurso oficial.
Si cundiera el ejemplo de albergar dudas sobre lo indudable e intentar despejarlas uno por su cuenta, ¿qué sería de la secta que se arroga la representación de la cultura? Estamos, desde luego, ante un hecho insólito. Estamos ante la aparición de un espécimen raro en estas tierras y anómalo en "el mundo del cine": ¡un individuo! En esa cofradía habrá gentecilla, habrá personajes y habrá sujetos, pero individuos, de ninguna manera. Qué excentricidad.
La Gala de los Premios Goya es la ocasión que tradicionalmente utilizan los cineastas y actores para mostrar su inquina política hacia la derecha, lanzando las proclamas que requieren sus amos siempre reclamando mayores subvenciones en premio a su fidelidad y sirve asimismo para descalificar la figura de aquel que tenga ideas distintas y piense exclusivamente desde el punto de vista profesional.
El principal problema del cine español es que, en lugar de ganar el favor del público con su talento, los cineastas prefieren cultivar las relaciones políticas para hacer que las subvenciones públicas permitan la subsistencia de una industria que difícilmente podría sostenerse por sí misma.